EL SERMÓN DEL MONTE
- This is Life
- 27 jul 2019
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MATEO 5-7. Podríamos pensar que la salvación fue el mensaje principal de Jesús durante su ministerio, y aunque este tema es importante no fue el centro de su mensaje. En cambio en el Nuevo Testamento podemos encontrar bastantes referencias que hizo sobre el Reino de Dios. Creo que como seguidores suyos deberíamos prestar especial atención en estas enseñanzas. Aunque nuestra época no estamos muy familiarizados con este sistema de gobierno nuestra mente se puede remitir a la historia universal o incluso a lo que hemos visto en las películas por lo cual podemos darnos una idea de cómo funciona. Principalmente en un reino existe un rey o gobernante y en el Reino de los Cielos no es diferente, en este caso Jesucristo es el Señor. Los súbditos del Reino son parte del esquema, y somos considerados de esta manera sólo aquellos que hemos creído en Cristo como Señor y Salvador. Por supuesto que los reinos tienen leyes por las cuales se rigen, y Aunque nosotros vivimos en la gracia, Jesús dijo; “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” (Juan 14:15). ¿Acaso se contradice?, de ninguna manera. Quisiera aclarar que a lo largo del nuevo testamento encontramos instrucciones o deberes, pero que tienen cumplimiento no por nuestros esfuerzos humanos sino como un resultado obvio de andar por el Espíritu. (Gálatas 5:22-25). En el Sermón del Monte Jesús dejó para nuestra enseñanza muchos puntos importantes que como ciudadanos de su Reino debemos considerar; las bienaventuranzas, la oración, entre muchos más. Desafortunadamente, es común que al estar expuesto ante tales verdades continuamente perdamos de vista el fin principal de cada una de ellas y demos por sentado estas enseñanzas que no son sólo para memorizar y analizar sino para llevar a cabo (Santiago 1:22). El mismo Jesús declaró casi al final del sermón del monte: “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca”. (Mateo 7:24 NVI). Bienaventuranzas. “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Mateo 5:3 “Un bienaventurado es un nacido de nuevo, un creyente Genuino en Cristo ( para ser un creyente nos es necesario nacer de nuevo). un pobre en espíritu es un indigente, una persona que se da cuenta que no tiene los recursos para poder adquirir por sí mismo el Reino de los Cielos”. J. Eduardo Peña Al referirnos a la “pobreza de espíritu” no nos referimos a la pobreza económica o material, tampoco nos referimos a la ignorancia espiritual. Algunas de las diversas palabras hebreas para “pobres” pueden significar también “modesto” o “humilde” por lo cual es bastante natural asociar las dos. Por ejemplo en Proverbios 16:19 dice: “Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir los despojos con los soberbios”. La palabra “humilde” en otros lugares se traduce como “pobres” y ambas palabras encajan para lo que nos quiere decir éste versículo. En Isaías hay dos versículos que se acercan al significado de “pobres en espíritu” al que Jesús se refiere: · “Porque así dijo el alto y sublime, el que habita en la eternidad, cuyo nombre es el santo: yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu”. Isaías 57:15. · “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas las cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. Isaías 66:2. Entonces, ¿qué es pobre en espíritu? La pobreza en espíritu es el reconocimiento personal de la bancarrota espiritual. Es la confesión consciente de ser indigno delante de Dios. Como tal, es la forma más profunda de arrepentimiento. Más claro, es una confesión general de la necesidad que el hombre tiene de Dios. No es de extrañar que el Reino de los Cielos pertenezca a los pobres en espíritu. De hecho desde el principio del sermón del monte nos enteramos de que no tenemos los recursos espirituales necesarios para poner en práctica ninguno de sus preceptos (mandatos). Por nosotros mismos no podemos satisfacer los estándares de Dios. Debemos ir ante el y reconocer nuestra bancarrota espiritual, vaciarnos de nuestra propia justicia, nuestro autoaprecio moral y nuestra vanagloria personal. Creernos autosuficientes genera soberbia. La Biblia dice “dichosos los pobres en espíritu porque el reino de los cielos les pertenece”. Debemos aprender que separados de Cristo nada podemos hacer y que en nuestra debilidad el poder de Dios se perfecciona. Por ello es que estudiaremos el ya conocido Sermón del Monte durante varias semanas. Es nuestra intención recordarlas pero también examinarnos a la luz de la palabra para vivir a la altura del llamamiento que tenemos (Efesios 4:1) Por Abdiel y Pamela Mendoza Peña
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